_entrevistas con un radio

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Casete 1. “Tratamiento”. 23 de febrero, 18:00 h.

Martín Ramírez, 30 años, 62 kg de peso, 1.65 m de altura, fumador, presentó el primer dolor de cabeza el 28 de enero. No hay antecedentes familiares de cefaleas crónicas. Se le recetaron calmantes y somníferos, pues dijo que las molestias lo mantenían despierto.

El dolor evolucionó de pulsante a agudo; luego incapacitante. A los tres días, perdió facultades del lado derecho del cuerpo: ceguera lateral, fotofobia, movilidad limitada. También el oído presentó afectaciones.

A principios de febrero, se le tomó una resonancia magnética; mostró un punto negro en la parte inferior del cráneo. Se consideró que era un tumor; la forma era inusual: parecía un alfiler con gancho al final. Se hicieron otras resonancias para descartar un error de máquina o humano. Se comprobó que esa formación giraba sobre su propio eje y rasgaba la médula oblonga y el tálamo.

El daño cerebral es severo. El paciente debería estar en estado comatoso, incluso muerto.

Aunque no en la velocidad que se esperaría, la psicomotricidad de Martín empeoró. La espina se desvió, las coyunturas de rodilla y codos se trabaron (exceso de ácido láctico).

Los exámenes de laboratorio: ninguno da positivo en antígenos. Según los resultados, está perfectamente sano, aunque las resonancias muestran que la función del tejido cerebral está cambiando.

Un síntoma extraño pone más dificultades a la ecuación: la voz de Martín se ha puesto ronca, artificial. Si se puede decir así, robótica.

Para efectos de transparencia, declaro que yo, el médico tratante, Alfredo Guzmán, soy primo de Martín. Continuaré su tratamiento a pesar de las sugerencias del Consejo de Ética.

Casete 1. “Tratamiento”. 1 de marzo, 19:02 h.

Al comunicársele su condición, el paciente presentó un cuadro clínico de depresión. Se recomendó la quimioterapia y él aceptó. Se le aplicaron dos sesiones, perdió el cabello, algunos dientes (un efecto secundario rarísimo en este tratamiento).

Firmé una responsiva en caso de muerte, en la cual deslindo de cualquier responsabilidad al hospital.

Casete 1. “Tratamiento”. 5 de marzo, 12:00 h.

Según las resonancias de Martín, la mayor parte de su cerebro se encuentra en estado líquido y aun así conserva la conciencia; su movilidad, aunque limitada, le permite todavía ser autónomo en la alimentación y la limpieza personal; continúa trabajando —aunque con mucha dificultad—.

El paciente se niega a dejar su rutina.

Casete 1. “Tratamiento”. 21 de marzo, 17:30 h.

Un grupo de neurólogos del Hospital Central se enteró del caso de Martín y están interesados en estudiar su padecimiento. Su confusión es la misma que la mía: no hay signos exteriores que puedan confirmar lo que la resonancia muestra. Se bromea con abrirle el cráneo y explorar de primera mano al paciente. Llegamos a la conclusión de suspender la quimioterapia; no tiene sentido continuar si no se ve mejoría.

Se cambia el tratamiento a dosis pequeñas de tramadol para paliar el dolor articular y de espalda.

Casete 1. “Tratamiento”. 22 de marzo, 21:00 h.

En la mañana, el paciente asistió a su consulta regular. Se le notó degradado articularmente y bastante sucio pero lúcido: tramitó una incapacidad y me informa que le otorgaron sólo ocho semanas para descansar. Me pide que, cuando tenga consulta, lo recoja en su casa y lo traiga al hospital.

Por otro lado, su piel está invadida de acné y llagas pequeñísimas. Le cuestioné al respecto y adujo algo sobre la limpieza de su casa. Mientras se rascaba la mejilla exclamó: “Pero no duele. Sólo me molesta la textura: son como de bocina”.

Casete 2. “Investigación”. 30 de junio, 23:17 h.

Una posible teoría sobre el “tumor” de Martín. No explica por qué su cerebro luce con tanto daño en las resonancias, pero al menos echaría luz sobre el movimiento: es una especie de parásito, tal vez algún tipo de tenia o variación del T. Gondii. También explicaría el decaimiento mental.

Se elimina el tramadol por disnea severa.

Casete 2. “Investigación”. 1 de julio, 23:23 h.

Consulté con el Departamento de epidemiología. La teoría les parece plausible. Los del Hospital Central también se interesaron por mi idea. Me animaron a continuar por esa línea clínica y, además, solicitaron el acceso a mis cintas y al expediente de mi primo. No les daré nada hasta que haya una orden directa.

Casete 1. “Tratamiento”. 13 de julio, 23:12 h.

Martín reaccionó terrible al praziquantel. Le irritó el estómago, le provocó diarrea, migrañas y empeoramiento del carácter con sólo una toma. Las reacciones sobrevinieron en minutos. Es inédito que este medicamento se absorba tan rápido. Puede ser que el supuesto parásito esté modificando la función estomacal del anfitrión para evitar ser destruido.

Casete 1. “Tratamiento”. 22 de julio, 21:00 h.

Se decidió en el Consejo Médico que no era necesaria una hospitalización, la cual recomendé. Se evaluó que la enfermedad de Martín, por más misteriosa que fuera, no necesitaba de atención continua y podría vivir dignamente lo que le quedara con supervisión en casa. Le propuse a Martín contratar una enfermera. Él se negó y, para probar que no necesitaba ayuda, se arrastró hacia el baño. Cayó tres veces. Llegó después de quince minutos y de dejar rastros de orina café en el piso.

Casete 3. “Entrevistas”. 15 de agosto, 15:45 h.

¿Qué no ves que me estoy pudriendo? Soy la extensión de un cáncer desconocido; eso soy, nada más la cáscara de una enfermedad que me crece en el cerebro y los huesos. No quiero vivir en un hospital; mejor me pudro en mi casa. Soy la enfermedad de alguien más pero no puedo hablar. ¿Le harías caso a tu rodilla si te pidiera un poco de agua? Debo ser un pedazo de piel y grasa. Tal vez ya debí haber muerto, tal vez mi destino era morir en el vientre de mi madre; soy un aborto que no tiene derecho a cumplir 31 años.

Casete 3. “Entrevistas”. 22 de agosto, 17:00 h.

Hoy en la mañana, Alfredo, se me ha revelado: soy un instrumento; cuando me terminen de usar, van a exterminarme. Estoy en la mira; saben y sé que todo está dentro de un programa estricto y tengo fecha de caducidad. Mis funciones son claras, aunque no sepamos cuáles son, pero de que están bien fijas y de que están siendo monitoreadas, lo están.

Casete 1. “Tratamiento”. 24 de agosto, 21:15 h.

El paciente muestra síntomas serios de desmoronamiento mental. El diagnóstico del psiquiatra fue negativo sobre esquizofrenia, sin embargo, como atestiguan las grabaciones del Casete 3, es imposible que Martín siga en sus cabales. Investigaré la forma legal de tomar potestad sobre él y asignarle una enfermera u hospitalización en alguna clínica especializada.

Fue despedido de su trabajo. Iniciaré una acción legal para resarcirlo económicamente. Por el momento, me encargaré de sus gastos.

Consultaré con otro psiquiatra sobre el uso de antipsicóticos.

Casete 3. “Entrevistas”. 3 de septiembre, 15:34 h.

Son voces; así, en plural. He podido contar hasta setenta y ocho diferentes. Escucho más pero no puedo llevar la cuenta. No creas que me dicen que haga algo, no soy un maniaco. Hasta tu amigo el loquero lo dijo: no tengo nada mal en la cabeza. Bueno, excepto eso que da vueltas y que tú llamas “tumor” o “parásito”. Sé que es una antena. Soy un receptor. Las voces que oigo son programas de humor, noticias y deportes. O eso me parece, porque están en idiomas que no conozco. Me estoy convirtiendo en una retransmisora de señales que vienen del universo entero. Mira mis pies, mis manos; son clavijas. Mi cuerpo se está preparando para ser un receptor de alta fidelidad. He dejado de comer; así aumentaré mi capacidad. Ni un solo bocado ni agua en una semana. Esto no es un milagro: es una transformación más allá de lo que entendemos.

Casete 1. “Tratamiento”. 3 de septiembre, 21:00 h.

El refrigerador está exactamente como lo dejé la semana pasada. No hay vasos sucios en la casa.

Se inicia la aplicación de domperidona para combatir la anorexia. Contemplo el uso de electrolitos intravenosos.

Casete 3. “Entrevistas”. 14 de septiembre, 15:43 h.

Soñé que mi cuerpo terminaba de convertirse en lo que está destinado a ser, Alfredo. Era la radio de la sala de Dios. Ahí estaba, conectado y captando señales de más allá de nuestra galaxia. Compartía el espacio con otros muebles pero el centro de la habitación era yo. Dios sintonizaba la vida en mis estaciones. Soy un objeto de culto, un transmisor de carne, algo raro en el mercado interespacial. Mi recepción es prístina y mi calidad de audio, imbatible. Soy un objeto de deseo, de diseño. Fuerzas pujan sobre mí. No seré destruido porque mi propósito es existir, mi razón es mi calidad de montaje; mi número de serie es mi código genético. Puede que tú también seas otro aparato finísimo y no te hayas dado cuenta. Digo, somos familia.

Casete 2. “Investigación”. 1 de octubre, 23:12 h.

Sin avances en lo legal. La razón es que se tiene que demostrar una enfermedad mental seria e inhabilitante con el testimonio de tres parientes o personas cercanas al enfermo. Investigo con mi madre, pero parece que el lado de la familia al que pertenece Martín está completamente muerto.

Hago memoria. El recuerdo más viejo que tengo sobre él es un encuentro en un restaurante. Acababa de titularme. Celebraba con unos amigos antes de iniciar la especialidad. Martín se acercó y me saludó efusivamente. Se sentó y me explicó quiénes eran sus padres y cómo me había reconocido. ¿Lo había visto antes en alguna fiesta familiar? Cuando le conté a mi madre sobre él, dijo que el parentesco coincidía, pero que no recordaba ningún primo de ese nombre. ¿Cuándo nos conocimos por primera vez? Consultaré de nuevo con ella cuando la vea este fin de semana.

Casete 3. “Entrevistas”. 2 de octubre, 18:30 h.

Me dirigiré, entonces, al punto más alto de esta ciudad y de mi cabeza crecerá la antena con la que esparciré el conocimiento divino. Seré la estación más poderosa del universo. La única, la gran retransmisora de la Palabra. Serás mi heraldo, Alfredo.

Casete 2. “Investigación”. 5 de octubre, 23:02 h.

Faltando tal vez a mi compromiso médico, llevé a mi madre con Martín. Ella le preparó comida para una semana, compró sábanas nuevas, llegó con insumos de limpieza y ordenó el departamento. Lo permití, primero, porque ella insistió: no podía abandonar a su familia. Segundo, quería saber su opinión sobre mi primo, si acaso el rostro evocaba algún recuerdo.

Estuvimos juntos el día entero, platicamos sobre la familia, las molestias de Martín. Él mandó saludos a mi padre y a mis hermanas. Conocía los nombres y las edades. Dejé a mi madre en su casa hace una media hora; cenamos y, mientras me preparaba un té, me dijo que no lo recordaba de ninguna reunión. Mi madre se sorprendió también, pero no le dio importancia y culpó a la edad de su mala memoria. Dice que cuando tenga tiempo revisará los álbumes familiares.

Casete 1. “Tratamiento”. 16 de octubre, 23:22 h.

El comportamiento de Martín ha ido tornándose más extraño. Cuando llego, está en su ventana, estirado todo lo que puede. Dice que toma el sol para que su antena germine más rápido.

La deficiencia de vitamina C es evidente. Recetar suplementos.

Casete 2. “Investigación”. 20 de octubre, 23:02 h.

Consulté con Epidemiología y me señalaron la relación parasitaria de un hongo, Cordyceps, con las hormigas bala: las esporas se introducen en el organismo del insecto, modifican el tejido nervioso y controlan sus movimientos. Hacen que trepe la planta cercana más alta, traban su mandíbula en el tallo y muere. El hongo crece, se alimenta del cadáver de su anfitrión y extiende sus micelios sobre el cuerpo de la hormiga y esparce más esporas, infecta más hormigas. El Cordyceps puede acabar con una colonia en días. Cuando un elemento infeccioso es detectado, una obrera se encarga de llevarla lo más lejos posible para evitar la muerte de las demás.

Comportamientos así son frecuentes en la naturaleza. El T. Gondii disminuye la aversión a la orina de gato en las ratas; la Ampulex Compressa usa a las cucarachas como despensa móvil; el Leucochloridium Paradoxum guía a los caracoles hacia los gorriones; el Euhaplorchis Californiensis hace que los peces naden en la superficie y sean presa fácil de las gaviotas.

Casete 2. “Investigación”. 23 de octubre, 23:15 h.

Una subespecie del Cordyceps desarrolló un comportamiento para evitar la alienación de su anfitrión: cuando la obrera expulsa a la infectada, el hongo busca el rastro bioquímico (feromonas) de otro hormiguero. Cuando lo localiza, “copia” las características odoríficas de éste y se dirige hacia allá. La colonia recibe al infectado como si fuera uno de los suyos. El hongo se esparce a tal velocidad que no hay suficientes obreras para expulsar a las enfermas.

Casete 3. “Entrevistas”. 26 de octubre, 14:25 h.

No puedo ni detenerme a comer, Alfredo. Cuando como, me distraigo y no retransmito correctamente. De mí depende el flujo de información. Soy el satélite del universo, un mesías de las telecomunicaciones. Tú eres mi médico y mi primo. Pasarás a la historia junto a mí, porque no te olvidaré. Tendrás tu reconocimiento: mi acompañante en la última etapa de transformación. Pronto seré el navegante definitivo.

Casete 3. “Entrevistas”, 27 de octubre, 14:46 h.

Lo que tengo en la cabeza es el germen de lo que vendrá. Siempre ha estado ahí y despertó hasta este momento. El circuito fundamental del aparato que soy. Siento que algo tiene que ver contigo, Alfredo, como si hubieras sido el catalizador que le faltaba a mi cuerpo para madurar. ¿Sabes? Hace unos meses tenía miedo de desaparecer, de dejar de ser yo. Luego me di cuenta que esto es sólo un envoltorio provisional. Falta poco; abandonaré el caparazón.

Casete 2. “Investigación”, 27 de octubre, 23:15 h.

El departamento de Martín apesta. A pesar de que tratamos mi madre y yo de mantenerlo limpio, siempre hay un aire enrarecido, pesado y caliente. Él ha dejado de comer. Aunque la anorexia no es un síntoma inédito en padecimientos nerviosos asociados con parásitos, me preocupa la abstinencia prolongada. Ésta es otra tanda de siete días sin probar bocado y no ha bebido líquido en tres. También asegura que ha estado en vela setenta y dos horas. Muestra síntomas evidentes de anemia. Hoy mismo revisaré las prerrogativas para internarlo y someterlo a alimentación asistida.

Casete 2. “Investigación”, 5 de noviembre, 23:15 h.

La necropsia está en litigio. El Consejo de Ética considera que hay indicios de negligencia. Los periódicos me han puesto como un villano y la policía ha metido las manos. Se ha hablado de mi despido e incluso de retirarme la licencia para que no haya represalias contra el personal directivo.

Los neurólogos del Hospital Central piden mi cabeza. Supongo que entre más rápido se consignen responsables, más fluido será el trámite para la autopsia de Martín. Exigieron mis reportes, investigaciones, documentos de tratamiento y cintas para la investigación judicial.

Hallé el cadáver de mi primo a la hora de la comida, en el mismo horario que siempre lo visitaba. Como de costumbre, tenía medio cuerpo salido por la ventana, parecía reseco en extremo, disecado. Sus manos se aferraban al marco hasta astillar la madera. Sonreía. A pesar de la horrible condición y la postura incómoda que seguramente adoptó durante horas, era una expresión de completa calma. Una especie de cuerno más largo que su cuerpo entero y casi tan grueso como su cuello sobresalía por la frente.

Una fotografía puede verse en la edición matutina de El Sol del 28 de octubre. Tomada desde la calle, parece un árbol sin hojas que crece en la ventana de un quinto piso. La punta del árbol es tan blanca que deslumbra.

Casete 2. “Investigación”, 13 de marzo, 23:22 h.

El abogado me informó que la orden de aprehensión es inevitable. Los cargos son negligencia médica y homicidio imprudencial agravado. Se suma el de obstrucción: negué la existencia de este segundo casete.

Mi madre vino ayer por la noche. Triste, dijo que ella moriría antes de que yo saliera de la cárcel. Nos quedamos callados un momento. Lloró. Me confesó que estuvo la mañana entera revisando los álbumes familiares; no había ni una foto mía en ellos, a ninguna edad. Se dio cuenta de que el primer recuerdo que tenía de mí fue cuando la llamé por teléfono para preguntarle sobre Martín. No recordaba ni cuándo había nacido yo ni en qué hospital se había aliviado.

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